Feb 22
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Era Febrero del 92 cuando me la traje a casa. Hacía escasas tres semanas que había nacido. Era una perrita blanca y negra, y apenas tenía el tamaño de la palma de mi mano. Y la verdad es que no fui muy original con el nombre y le llamé Layka.
Recuerdo la primera semana como si fuese ayer. Yo tenía 12 años (todavía estaba en la E.G.B., cosa que ya no existe hoy en día) y tenía a mi perrita en una caja de cartón grande con unas toallas para que no pasase frío. Esas primeras noches casi no dormí nada pues me despertaba cada dos por tres para darle agua, leche, un poco de jamón york en pequeños trozos.. pero yo estaba encantado.
Ha pasado mucho tiempo, de hecho han pasado años. Muchas tardes en las que me he quedado sólo en casa estudiando se enroscaba en mis pies o se subía a mis piernas. Siempre a mi lado. Siempre conmigo.
Algún que otro año no he podido ir de vacaciones a algún lugar porque no podía ir con perro pero, tampoco ha tenido importancia. También da igual si alguna vez le regañé con más o menos motivo porque simplemente me quería. Ha sido siempre mi amiga, incondicionalmente. Es imposible resumir todas las vivencias vividas con mi perra porque han sido dieciséis años junto a mi.
El pasado martes la tuve que llevar de urgencias porque se encontraba bastante mal. Aunque se hizo todo lo posible, ayer jueves día 21 una peritonitis pudo con ella. Ella se resistió todo lo que pudo pero, finalmente no fue suficiente.
Ahora ya no podré verla saltar cuando abro la puerta al llegar a casa. No volveré a oír el sonido de sus patillas resonando en el parqué. Ni volverá a ladrar cuando suena el timbre. Ni volveremos a jugar. Ni tendré que ponerme cabezón para que se deje limpiar las patas al subir de la calle. Todavía no me creo que no vaya a salir de detrás de cualquier puerta y todavía miro al lugar donde aún está su cesta, con la estúpida esperanza de que esté ahí.
Sé que eso no es posible. Sé que es un pensamiento irracional y más bien típico de un niño. Sé también que hay muchas personas que no entienden esto pero, el caso es que ahora mismo siento un gran vacío. Mi perrita Layka se ha ido y con ella se ha ido también un pequeño trozo de mi. Un trozo que no va a volver nunca más, aunque siempre me quedará el recuerdo de su paso por mi vida.
Con éste post lo único que quiero es hacerle un pequeño homenaje al animal que ha compartido sus 16 años de vida conmigo. Muchas gracias por tu compañía. Te deseo lo mejor dondequiera que estés ahora.